“¡BUEEEEENOS DÍAS MI DAPHNE!” exclama Thomas, mi primo mayor.
También está en la otra sala, arrastrando los pies a toda velocidad hacia la cocina, llevando pijamas. Thomas es un tonto en la mañana, y no es posible predecir lo que gritará ni qué chistes hará antes de estar completamente despierto. Thomas vive con una discapacidad del desarrollo, y antes de la pandemia, vivía en una casa grupal en otro estado. Thomas y su hermano menor son mis primos. Crecimos juntos, pero desde hace unos años no vivimos bajo el mismo techo. Pero en esta “nueva normalidad”, la declaración animada que Thomas hace cada mañana, cualquiera que sea, es una nueva constante en mi rutina matutina. Ha reemplazado los sonidos animados de la ciudad que había llegado a esperar en mi viaje diario. Ahora es una parte de mi día que me hace sonreír.
En circunstancias “normales” no nos verías corriendo para poner coberturas de pizza en una corteza, mi tío agarrando la piedra para pizza y mi tía animándonos en voz alta
Probablemente no nos verías sentados en la mesa cada tarde a las seis y media en punto para compartir una comida casera. No encontraríamos a Thomas en el acto de poner pantalones de chándal sobre sus pijamas mientras corre para participar en una videoconferencia escolar, ni a mi tía rogándole que se cepille los dientes. Yo no necesitaría tratar de no reír durante una llamada de videoconferencia al mirar a mis primos “silenciosamente” bajando a hurtadillas al sótano con sus proyectos. No tendríamos la oportunidad de reír juntos—aunque se trate de reírnos de mi tío cuando se satisface su gusto por los dulces. Al fin de la noche, probablemente no tomarías un momento para realmente pensar en lo mucho que te gusta el olor del limpiador de cocina, como nos gusta a mi tía y yo.
Y en circunstancias normales, Thomas no me recordaría diariamente lo chistoso, animado y curioso que es
Todos nosotros tenemos vidas muy ocupadas y nunca estamos en casa al mismo tiempo. Aunque este periodo es estresante y alarmante, yo me consuelo pensando en los momentos de placer sencillos que en otras circunstancias no experimentaría. Estoy agradecida por esta oportunidad de pasar tiempo de calidad con mi familia mientras estamos juntos. Aunque debo recordarle a intervalos regulares que “ahorita no puedo, estoy leyendo” o “por favor no hagas eso, estoy haciendo una llamada”, entiendo que normalmente no tengo la oportunidad de ver a Thomas el martes a las 2:30 p.m. Los días no están exentos de sus propias dificultades y sé que todos estamos en barcos diferentes, pero para mí, vivir con Thomas bajo el mismo techo me ha ayudado a aflojar el ritmo de vida, vivir el momento y esperar esa exclamación de cada mañana.